Cuando somos conscientes de que nuestro presente, es nuestro futuro.

  Vivimos como si fuera el último día en este plano. Dando lo mejor y viviendo al máximo en todo lo que hacemos y somos.


Pero la realidad, es que solo vivimos un eterno presente, donde cada palabra, intención y acción, van formando nuestro futuro.


Si cada día, damos lo mejor en lo que hacemos y somos, los resultados de un mañana, son las vivencias de un presente.


Somos árboles de amor y de justicia, que crecen para dar vida a su paso y esperanza.


Raíces eternas de amor y vida, de generación en generación.


Como seres espirituales y eternos, nos enlaza el amor y la luz, verdadera y eterna.


Cristo en nosotros, la esperanza de gloria.


Las dimensiones de Cristo, son el campo magnético de las bendiciones infinitas.



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